En esta era de cambios las universidades están llamadas a
incorporar estrategias innovadoras, organizacionales y pedagógicas ya que su
fin es formar profesionales e investigadores de la más alta calidad en todas las
áreas. Siendo pues que las universidades son instituciones que requieren de
dinamismo y flexibilidad para adaptarse a las necesidades, las mismas tienen
como obligación fundamentar la eficacia
y la eficiencia para conseguir una educación de calidad donde se establezca
como norma la reflexión permanente y la innovación.
En este sentido, algunos
de los desafíos que enfrenta son: la vinculación de proyectos comunes, revalorizar
la vocación docente, volver a sus orígenes para la que fue creada y repensarse,
ampliar su cobertura, vivir un dialogo continuo y responsable, integrar la
ética y la vida, promover y crear redes de comunicación con las demás
universidades para el intercambio de conocimientos, masificar la educación para
así elevar el nivel de vida cultural dela población, incorporar la recreación
en su contexto, avocarse al desarrollo del talento humano, entre otros desafíos.
Las universidades pueden y deberían contribuir a la
integración de América Latina en el siglo XXI en una doble vertiente: la de su
propia colaboración pragmática y fraternal, tan necesaria para hacer más eficaz
su labor científica necesitada de masas críticas significativas, y la
integración de sus países mediante investigaciones que faciliten la tarea, la
formación de profesionales imbuidos de espíritu integracionista, y el refuerzo
de la conciencia colectiva regional que se requiere para hacer realidad esas
viejas y truncadas aspiraciones de la historia latinoamericana.
Se trata, realmente, de cómo cumplir ahora la prescripción
bíblica de echar vino nuevo en odres viejos y de asegurar que el producto sea
bueno para quienes habrá de beneficiarse de él o de sufrirlo, es decir, los
pueblos de nuestra América, le deben dar
un sentido propio a la misión de sus universidades.
enfrentemos retos
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